Una revisión de los premios literarios y nosotras, las mujeres que escribimos. ¿qué ha sucedido en los últimos 100 años? ¿Está cambiando la tendencia?

TALLERES, charlas, eventos, CATAS de libros y certámenes. Fomentamos la escritura.
Una revisión de los premios literarios y nosotras, las mujeres que escribimos. ¿qué ha sucedido en los últimos 100 años? ¿Está cambiando la tendencia?
Al igual que el personaje de la profesora, Erika K, la autora, en su encierro, vive su imperfección, lo hace entre cuatro paredes y mete sus deseos dentro de un armario al que llama novela.
En sus páginas hay belleza, movimiento, espacios, símbolos, metáforas de situación enternecedoras y una tristeza agridulce que te envuelve como una manta raída.
Todo lo que pasól en nuestra NOCHE POE 2019
Hace unos días, Elena Pérez Hoyos, una arquitecta bilbaina y poeta aficionada, seguidora del blog, nos escribe para contarnos una historia poco más que sorprendente que hemos decidido transcribir tal cual nos ha llegado.
Leer a Thomas Bernhard es un acto de reconciliación con el pasado, con el oficio de escritor, con la soledad y, sobre todo, con la vida misma. Es el vuelo circular de la muerte, el apoderamiento de las conciencias ajenas. Leer a Thomas Bernhard es exprimir la vida hasta caer rendido.
No existe un método infalible para escribir una novela, no existen los famosos «diez pasos» para escribir una novela, ni veinte, no existen recetas milagrosas, ni guías sencillas, ni pócimas mágicas, ni atajos, ni pastillas de colores.
Entre la casa de empeños de Pilestradet, el café Oplandske, la oscuridad de los portales de Torvgaten y al abrigo del bosque de Bogstad, deambula en círculos casi perfectos un escritor sin nombre.
¿Es posible que cincuenta años más tarde, un día, el escritor relea un texto propio y se identifique completamente con él hasta el punto de poder haberlo escrito esa misma mañana?
Frases que se enroscan en partículas de polvo, pensamientos que trepan por los hilos de una vieja cortina, miradas que van de una orilla a otra, de una ventana a un lienzo en blanco. Brochazos, gestos y la vida misma que revolotea entre las vigas de una casa de verano en la costa escocesa.
Uno puede intentar abordar su lectura ataviado con una brújula, dos cantimploras y un mapa del territorio; o, por el contrario, acompañar a su protagonista a través de los laberintos de su conciencia, de los espejos y los sueños, como un niño va de la mano de su madre o padre, el primer día de escuela: confiado, pero cauteloso.
Hemos recorrido, uno a uno, cada relato, cada conflicto y encuentro. La muerte en la infancia, el amor y la vejez, la soledad, la huida permanente del pasado, etc.